El País 22/04/2014: «25 años germinando a fuego lento»
La fuerza de un hombre o de una mujer se ha medido a lo largo de la Historia por su número de seguidores. Fieles, adeptos, correligionarios, hinchas, simpatizantes, partidarios… Followers. Carlo Petrini no tiene Twitter, pero sí una marea de cientos de miles de seguidores por todo el mundo –y creciendo–, entre los que ahora se incluye el Papa Francisco y, desde hace años, el príncipe Carlos de Inglaterra. Pero ¿quién es Carlo Petrini?
Con esa pregunta arranca el documental Slow Food. The Story, realizado con motivo de los 25 años que cumple ese movimiento gastronómico, de fuerte base humanista, ambientalista y hedonista: “Sencillamente es antinatural comer lo mismo en Pekín y en Finlandia, por ejemplo; piénselo y analice todo lo que conlleva”, dice Petrini por teléfono desde su casa de Bra, el pueblo donde él nació hace 65 años y donde se gestó esta corriente de pensamiento centrada en la cultura alimentaria que no cesa de ganar aliados por todos los rincones del globo. Ya en 2008 The Guardian posicionaba a Petrini entre las 50 personas que podrían salvar el planeta. Y en septiembre de 2013 la ONU le galardonó con el premio Campeones de la Tierra.
“Soy un anciano del Piamonte”, dice Petrini de sí mismo. Pero lo cierto es que es mucho más. Es un catalizador de gentes, una especie de mesías contemporáneo, que ha conseguido reunir en convenciones a la realeza británica y a una ahumadora de salmones noruega, y que ahora, siendo agnóstico, habla de un proyecto con el Papa que, anuncia, se conocerá este año, probablemente en otoño. El pontífice le llamo a su móvil hace unos meses, cuando paseaba por una calle de París camino de la presentación de su último libro Cibo e libertà (Alimentación y libertad).
Semanas antes de esa inesperada llamada, Petrini le había hecho llegar a Jorge Mario Bergoglio un ejemplar de Terra Madre, uno de sus libros anteriores. La conversación –la primera de una relación que ha seguido adelante y que “dará sus frutos pronto”– duró “unos 25 minutos”. El Papa –que una semana después le escribiría otra carta– quería agradecerle el detalle y hablaron “de inmigración, de agricultura, de la importancia de dignificar el trabajo de los campesinos y de las pequeñas explotaciones; y de preservar la diversidad y la calidad de los productos autóctonos de la Tierra”, que es de lo que va Slow Food. Y más concretamente del Piamonte, donde confluyen sus orígenes: “Los míos se instalaron en Turín de Asti, abriendo un pequeño café en la esquina con via Garibaldi”, asegura Petrini que le contó el pontífice. También recordaron a sus respectivas abuelas. Petrini le contó que la suya era católica practicante pero que dejó de acudir a la iglesia porque se casó con un comunista y que él era definitivamente agnóstico a pesar de haber sido monaguillo…
“Hoy Slow Food es una bocanada de aire fresco que pelea dentro de un mundo dominado, con enormes inversiones publicitarias, por las multinacionales y los grandes grupos de alimentación, que son quienes deciden cómo se come”, asegura. “Se trata de una corriente gastronómica y de pensamiento que pretende dignificar y aportar la visión del campesino, mostrar que la gastronomía es algo que va mucho más allá de las buenas artes culinarias y de los menús de diseño”.
Así, frente a eslóganes sugerentes y directos como “I’m lovin’ it” de Mc Donalds o “Have it your way (“Cómelo a tu manera”) de Burger King, proponen uno más complejo: “Good, clean and fair” (“Bueno, limpio y justo”). “Están proponiendo una cultura de gastronomía alimentaria frente a la burbuja gastronómica potenciada por los programas de televisión”.
Las diferencias siguen siendo abismales. Y frente a un negocio como el de las hamburguesas que mueve miles de millones de euros al año (mil millones de euros de ventas en España en 2012, según datos de la compañía), Slow Food es una exitosa fundación sin ánimo de lucro con 100.000 socios que pagan su tasa anual religiosamente. Tiene delegaciones repartidas por 170 países que compiten contra los 50.000 restaurantes de McDonald y Burger King que se esparcen por 120 estados del globo. Slow Food cuenta con la única universidad del mundo dedicada exclusivamente a las Ciencias Gastronómicas, que este año titulará –con estudios perfectamente homologados– a su cuarta generación de gastrónomos. Aunque Mc Donald financia también la Universidad de la Hamburguesa, con una decena de campus asociados en todo el mundo. Slow Food ha creado más de 1.300 convivium, según su página web (38 de ellos en España), o núcleos o sociedades que difunden y trabajan con la filosofía de esta corriente de acción y pensamiento.
Dos modelos de sociedad, dos formas de vida, dos maneras de mirar el futuro desde la alimentación: Un mundo global uniformado y de fácil identificación colectiva frente a un mundo que pone el énfasis en la biodiversidad y en la riqueza de las múltiples identidades que pueblan el planeta.