Deia 08/04/2012: "No es suficiente con comer como autómatas para llenarnos de energía"

Es curioso. Para algunos el tiempo vuela y para otros se arrastra, lleva paso de penitente de procesión, por decirlo en el argot propio de estos días. Pero el tiempo es siempre el mismo, como bien sabe Mariano Gómez, durante muchos años presidente de Slow Food Euskadi -y Slow Food España- y hoy concejal de Sanidad y Consumo. «Se trata de administrarlo de una manera coherente», asegura Mariano, biólogo y veterinario de formación.

Usted que ha trabajado con animales… ¿El hombre es un lobo para el hombre?

Después de todo, el mayor enemigo de uno es uno mismo. Provocamos lo mejor y lo peor de cuanto nos ocurre. Pero si tengo que hablar de la gente del campo, la realidad es que la inmensa mayoría de ganaderos y agricultores son excelentes personas.

Tiene que dar vértigo: del ‘paso lento’ del slow food al trajín de la vida municipal…

Ja, ja, ja. No, no existe tanta distancia. Al fin y al cabo se trata de trabajar con personas: con sus preocupaciones, sus anhelos, sus intereses.

Hay quien piensa que el slow food es una quimera: no hay tiempo para llevarlo a cabo

Es una cuestión que va más allá. Hace hincapié también en la cultura de cada pueblo, en sus raíces, en el respeto a los productos de temporada y a los productos autóctonos y en una forma de alimentarse de manera social.

¿Cómo dice?

Uno puede comer un pintxo en una barra de un bar con una cerveza y mirando la televisión. Eso, aunque el pintxo sea de exquisita calidad y esté dentro de nuestras tradiciones, no es slow food.

Me descoloca…

No es suficiente con comer como autómatas para llenarnos de energía. Hay que hacerlo rodeados de un buen ambiente, con una sobremesa agradable…

Me va usted a perdonar pero…

Ya lo sé, ya. Yo siempre he dicho que en Bilbao se hacía un slow food particular antes de que se inventase el término. Se hacía slow food sin saber lo que era.

Confiese, ¿cuántas veces se ha quejado, como presidente de slow food, al concejal de Sanidad y Consumo?

Ja, ja, ja. No, nunca.

¡Venga ya!

Que no, que no. Son campos que vienen bien a todos. Lo que se haga desde el movimiento slow le beneficia a la ciudad y viceversa, las campañas de sensibilización de la concejalía inciden en cuestiones que el slow food defiende.

¿Por dónde ha de comenzarse el trabajo?

El trabajo de formación en el colegio, en las ikastolas, es fundamental. La fruta, la verdura, un buen bocadillo… Todo eso es un mundo que, sin querer meterme con otros, tiene que florecer. ¿O acaso es mejor la bollería industrial…? Pero no hay que imponer nada, no somos talibanes.

¿Antes del slow food no sería necesario el slow life?

Entiendo lo que me dice. Es verdad que a veces añoras los ritmos de vida de los años 20, pero también lo es que entonces se morían a los sesenta años y hoy lo hacemos a los ochenta.

Las grandes superficies son…

Un modelo de negocio como otro cualquiera. No tengo nada contra ellas pero creo que el consumo debiera complementarse con las tiendas de barrio, donde están más presentes la cultura y la costumbre de tu localidad.

¿Por dónde duelen más los recortes?

Hay muchas asociaciones necesitadas a las que podemos dar más cercanía, más presencia, pero menos dinero. Es increíble la cantidad de buena gente que trabaja en estos sitios de manera altruista y que, de repente, se han quedado con menos recursos de los previsto. Eso duele.

¿Y qué no debiera tocarse?

El asunto de los ancianos, de la tercera edad. Tenemos a 2.700 personas mayores en Bilbao que no solo esperan a que organices actividades físicas para la mejora de su salud. Es que a lo mejor ese es el único momento en que se relaciona con otros. Ahí resistiremos.