ARTÍCULO: EL RÉCORD ESTÁ EN EL PLATO

Publicado en Centro de Estudios
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Detrás de los éxitos deportivos aparece siempre una buena alimentación

Desde las papillas del doctor Escribano a la cecina de León del lanzador Manolo Martínez,.

«La nutrición es una obsesión. El maratón es la carrera del hambre», dice Martín Fiz Alimentarse bien es importante para todos los seres humanos. Pero en mi caso, con los alimentos, construyo mi cuerpo». Manolo Martínez, lanzador de peso, poeta, escultor y actor que encarna en el cine al Goliat del Capitán Trueno, mide 1,85 de altura, ha llegado a pesar 147 kilos (ahora está en 130) y es capaz de mandar la bolita de 7,62 kilos a 21,47 metros. Para eso hace falta mucho combustible. «Hombre, lo primero es la genética. Después hay que tener condiciones físicas y trabajar. Entre los 18 y los 23 años entrenaba hasta siete horas diarias. Quemaba 6.000 calorías que hay que reponer».

Manolo Martínez come cinco o seis veces cada día. Más del 50% de su alimentación son proteínas: productos lácteos, huevos, carnes, pescados y legumbres. «La verdad es que la alimentación ha sido uno de los talones de Aquiles de mi carrera deportiva. Muchas veces ha primado el gusto, el comer algo rico, sobre la ingesta de comida efectiva. Pero he ido aprendiendo con los años. Lo peor es que los alimentos se repiten mucho y, al final, casi todo sabe igual», dice. Su única renuncia absoluta es el azúcar. Tomar dulces provoca aftas recurrentes en la boca del 15 veces campeón de España absoluto de lanzamiento de peso al aire libre. Su trabajo y sus esfuerzos alimenticios evitan el catabolismo (la destrucción de masa muscular) y han facultado al lanzador para mantenerse en la élite y «perdurar».

Papillas y menos lesiones

Antonio Escribano, médico deportivo y especialista en Endocrinología y Nutrición, es el responsable de la alimentación de los futbolistas del Sevilla y del Athletic y el encargado de la nutrición en la Federación Española de Baloncesto. Pero por su consulta sevillana pasan también bailarines y «los mejores toreros» del escalafón, «los más fuertes y delgados», dice, obligado a no dar publicidad a sus nombres. Famoso por sus papillas, que los jugadores toman en el descanso para afrontar las angustiosas segundas partes, Escribano es un defensor de la estrategia alimentaria para que los deportistas dispongan de la energía suficiente en el momento preciso.

«La alimentación forma parte del entrenamiento», remarca Escribano. En ese campo incluye, además de la comida, el descanso y la hidratación. «Cada día los deportistas tienen más cultura y son más conscientes. Ahí está Pau Gasol, con el dinero que gana y cómo mantiene la ilusión y cuida su aspecto físico. ¿En el fútbol? Lo importante es la comida y la cena anterior al partido: los jugadores deben tomar hidratos de carbono de distintos índices glucémicos, como arroz, zanahorias, patatas; verduras y proteínas. ¿Manías en los futbolistas? Todas las que quiera usted imaginar. Antes, solo cenaban magdalenas con leche. También los hay adictos al chocolate y otros que se toman cinco yogures al día o se hinchan a bollería industrial. Son chavales, sí, pero también futbolistas de élite que deben comer como atletas».

La tentación es fuerte porque nuestro organismo está condicionado para que le guste lo dulce, lo graso y lo salado… Además, nuestro cuerpo tiene una apetencia biológica hacia esos productos.

Que se lo digan a Carlos Pociello, médico de la Federación Española de Rugby, un deporte donde el físico es fundamental. «Si queremos estar arriba hay que crear hábitos de salud y alimenticios. Hoy, un pilar que pesa más de 100 kilos, no está gordo: es alto, fuerte… y corre», dice. Claro que todos esos consejos colisionan con las fuerzas profundas de nuestro cuerpo. Pociello recuerda a los chicos del ‘Quince’ del toro, invitados al estreno en el cine del ‘Invictus’ de Mandela y Pienaar, cargados con paquetes gigantes de palomitas…

Tipos como el doctor Escribano se encargan de poner en valor la gastronomía deportiva y las propias capacidades de los futbolistas. «Un jugador bien alimentado juega más tiempo, se lesiona menos y tiene menor número de sobrecargas musculares», sentencia el endocrino. «Mi trabajo es hacer ajustes muy finos en los futbolistas: no tiene la misma actividad ni el mismo desgaste un lateral que un punta o un extremo. Mi tarea es intervenir, hacer que algunos engorden y que otros pierdan grasa. Son ajustes finos, muy silenciosos, una auténtica tarea de laboratorio… Pero tenga por seguro que todo está en la comida», remacha el especialista andaluz, uno de los pilares sobre los que apoyó sus éxitos el Sevilla de Juande Ramos.

Su labor, dice, arranca con la pretemporada y se fragua cada vez que el árbitro pita el fin de un partido. «La recuperación comienza en ese mismo momento: mis equipos siempre tienen en el vestuario platos de espaguetis y de arroz, y fruta ya preparada: alimentos que se absorben rápido por el intestino delgado y puedan utilizarse de inmediato. Y, antes de los partidos, se les prepara un bufet. Ellos pueden servirse y escoger la cantidad sin límite, con un cierto redondeo. El control de calorías no es decisivo… Pero hace falta sacrificio».

Nadie duda de que hay que poseer una fuerza de voluntad ciclópea para entrenar ocho horas al día, como hacía Almudena Cid, la atleta que se colgó el oro olímpico al cuello en Atlanta 96 y única gimnasta del mundo que ha disputado cuatro finales olímpicas consecutivas (Atlanta, Sydney, Atenas y Pekín). Pero, la verdad, hay que tener más moral que el Alcoyano para renunciar, siendo una cría, a las chuches que encandilan a los lamineros.

«Llegué al atletismo en un tiempo en que las mayores comían porquerías, como galletas y chocolate, a escondidas. Yo también lo hice», confía. «Pero no porque pasáramos hambre. Acabábamos hartas del puré de patatas con emperador. Me pegaba atracones a escondidas. Basta que te prohíban algo, para que lo hagas. A mí me perdían las Granola digestivas con chocolate, je, je, je. Y el Nestlé con leche. Me comía una tableta entera… Las entrenadoras nos lo prohibían y esa era nuestra respuesta. Hoy -suspira- las cosas han evolucionado. Las gimnastas están concienciadas porque saben que la alimentación es la base del éxito».

Uno recuerda a nuestras gimnastas en 1996, musculosas niñas escuálidas, soñando con imposibles tortillas de patata, platos de espaguetis y fritos bajo la atenta mirada de Oksana Kostina, la inflexible señorita Rottenmeier de la gimnasia rítmica española. «En Atlanta pesaba 40 kilos. Y estaba estupenda. Medía 1,65. Crecí hasta 1,68. Cuando me bajó el periodo, con 16 años, tuve un cambio hormonal y subí a los 48 kilos. Creo que a las gimnastas nos llega más tarde debido a tanto esfuerzo… Una deportista de élite debe llevar su cuerpo al límite. Entiendo que, entonces, no comprendíamos bien las cosas. Por ejemplo, yo tenía cuerpo hasta para poder comer merienda. Hoy», puntualiza la gimnasta, «ha cambiado todo; las entrenadoras poseen una preparación psicológica que les permite dirigirse a una deportista con eficiencia».

«Ni un pastelito de arroz»

Almudena ha adquirido hábitos saludables con el paso de los años. Al final de su carrera tuvo que suplementar su dieta con hierro y pasó por miles de menús en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat (Barcelona)… «Hoy mi cuerpo tampoco tolera comer grasas ni fritos. Como de forma libre, aunque con control», dice.

Los corredores de fondo son hambrientos seculares, lobos de rasgos afilados decididos a morder el crono. En su deporte triunfan hombres y mujeres que dibujan un horizonte de penurias y necesidades en la pista. «Para ser atleta renuncias al placer de la comida», confiesa sin ambages el maratoniano Martín Fiz (Vitoria, 1963). «La nutrición se convierte en una obstinación obsesiva. El maratón es la carrera del hambre. Todos tenemos cara de muertos. Lo peor que le puedes decir a un rival antes de la salida es que le ves bien. Nos va la vida en estar afilados y en atiborrarnos de hidratos de carbono», resalta el atleta, oro en los Europeos de Helsinki y Goteborg, 4º en el maratón de Atlanta’96, plata en los Mundiales de Atenas’97 y flamante subcampeón de Euskadi de cross a los 47 años. «Acaba uno harto de macarrones y, además, contagia a la familia esa monotonía de macarrones y ensalada. Pero en diez años no he cogido ni un gramo de más. Estoy en 56 kilos. Lo cierto -resalta Fiz- es que he aprendido a alimentarme compitiendo. He sabido qué nutrientes me van bien cuando corro. La leche entera, por ejemplo, se me indigesta. Y estoy hecho a renunciar… aunque se me van los ojos detrás de un marmitako. Pero lo que más me duele -dice Martín con todo el dolor de su alma-es no poder comerme un pastelito de arroz».

M.MARTÍNEZ

Desayuno. Leche semidesnatada. Cuatro tostadas con mermelada. Dos piezas de fruta. A media mañana, dos yogures y una fruta.

Comida. Plato de pasta o legumbres. Verdura. 400 ó 500 gramos de carne o pescado. Tres frutas de temporada. Antes de entrenar, un batido de proteínas.

Cena. Muy rica en proteínas: carne, pescados, embutidos como cecina de León (con grasas no saturadas) y una gran ensalada mixta. Antes de dormir, otro batido o tres yogures desnatados.

5.000 calorías diarias

ALMUDENA CID

Desayuno. Un café con leche (innegociable). Zumo. Un poco de pavo. Tostadas o cereales. A media mañana, una fruta o un Actimel o dos onzas de chocolate o una barrita energética.

Comida. Un primero y un segundo no pesados. Ensalada y pasta o verduras y una pieza de carne o pescado a la plancha.

Cena. La cena es similar a la comida, pero más ligera.

1.200 calorías diarias

AITOR OCIO

Desayuno. Alimentación para la víspera de un partido: Fruta, cereales (muesli o avena), tostada integral con aceite, un lácteo.

Comida. Ensalada (zanahoria, arroz, tomate, patata cocida). Un plato de pasta de trigo duro muy hecha. Una pieza de rosada o solomillo (a elegir). 150 gramos de pan. Una cuajada o macedonia variada de frutas.

Cena. Lo mismo que en la comida. Por variar se sustituye el tipo de pescado y la carne (churrasco, plancha).

2.100 calorías diarias

MARTÍN FIZ

Desayuno. Zumo y frutas.

Comida. Pasta limpia o arroz blanco (unos 150 gramos). Un filete de 100 gramos o una cantidad algo mayor de pescado. SI toma alubias, por ejemplo, no toma segundo plato. Bebe mucho líquido, en especial preparados y suero fisiológico.

Cena. Ensalada. Pechuga de pollo o filete a la plancha. Una fruta.

1.200 calorías diarias

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